lunes

¡Mis empleados hacen lo que quieren!

Intentando hacerme ver la razón de ser de elementos como un código de estilo y un código de marca, un amigo me llevaba a la conclusión que uno de los objetivos principales de ambos es facilitar la alineación con una determinada imagen o valores que queremos transmitir en nuestros productos, servicios o comunicados.

Defendía por tanto que un código de vestimenta o de conducta era la herramienta ideal para transmitir los valores culturales de una organización. Cuando alguien se comporta de una determinada manera durante un tiempo suficiente, acaba siendo de esa manera.

Su teoría tiene varios huecos evidentes, en especial si pensamos que a diferencia de marcas y palabras, las personas (por mucho que algunos sigan sin creerselo) tienen libre albedrío incluso en el lugar de trabajo.

Por tanto hay que estudiar bien la necesidad de códigos escritos que afecten a la conducta de las personas (más allá de lo regulado por la ley, se entiende) y tener muy claro si el beneficio supera el impacto negativo que suele acarrear esta medida.

Sucede además que el trabajador medio suele tener una buena dosis de mala leche, y cuando percibe la imposición de determinadas cuestiones que no le generan beneficio evidente y sí un esfuerzo / perjuicio / cambio, tiende a la obediencia maliciosa. Tergiversa las reglas buscando el hueco en las mismas para su beneficio.

Y hay personas MUY creativas en este aspecto. Podéis creerme.

La forma en que se genera la cultura es un tema espinoso y lleno de controversia, pero mi experiencia me muestra que el conjunto de valores y conductas de un grupo y los propios miembros se influyen mutuamente, y que el cambio de unos u otros depende más de un proceso progresivo que de la súbita inspiración de un texto o la imposición de unas normas.

Si queremos que las personas se animen a cambiar sus conductas y valores de forma consistente y duradera, es mejor armarnos de paciencia (ya que va a ser un proceso largo de avances, retrocesos y desvíos) y dejarnos de literatura. Comenzar desde arriba, con el ejemplo y con acciones que hagan a la gente reflexionar.

¿Quieres fomentar el optimismo y buen rollo como valor? Mira el siguiente video:



¿Cómo reaccionaría la gente de tu trabajo si pones este altavoz, digamos en el comedor de empresa o las máquinas de café? ¿Y si el Director fuese de los primeros en usarla?

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